En España, es la forma más difundida de tomar un café fuera del hogar y ya empiezan a difundirse las pequeñas maquinas domésticas con este sistema. A su alrededor se han ido imponiendo diversas variantes adaptadas a nuestros gustos, procedentes la mayoria de ellas de la vecina Italia, cuna de esta manera de elaborar café.
Es la forma tradicional de un epreso, diferenciado sólo en la menor o mayor dosificación de agua en la taza. El volumen habitual acostumbra a oscilar entre 20 y 50 c.c., bastante mñas que el breve ristretto italiano. En el caso italiano, se busca el placer casi instantáneo de un par de rápidos sorbos, como un carburante intelectual en una pausa del horario laboral. En dosis más largas, un café ofrece el moroso paladear e incita a la tertulia o al comentario amigable.
Depende del gusto a que uno esté habituado, pero hay que tener en cuenta que hay cafés suaves que no es preciso azucarar si queremos apreciar sus cualidades y otros más amargos a los que no les sobra una pizca de azúcar, sobre todo en el caso tan frecuente en nuestro país de usar café torrefacto mezclado con el natural. El café torrefacto es el resultado de añadir un máximo de 15% de azúcares o similares al café natural en el momento de su tostado, dando lugar a un café de color muy oscuro y de amargo sabor.
Se elabora a partir de café descafeinado, al que se le ha extraído toda su cafeína, uno de sus principales componentes. La cafeína es el origen de cierta amargura en el café y un elemento estimulante que a partir de cierta cantidad – tres o cuatro cafés al dia, según naturalezas – puede producir insomnio. Tengamos en cuenta que el mayor efecto estimulante del café produce a partir de las cuatro horas de su ingestión. El café descafeinado se ofrece tostado en grano o molido y también es muy corriente encontrarlo en forma soluble en dosis individuales. De ahí la distinción del descafeinado “de máquina” o “de sobre”.
Es un expreso servido con una pequeña porción de limón o unas pocas gotas de limón.
Es una infusión preparada con café molido muy finamente, de una consistencia harinosa. La infusión se prepara hirviendo el café junto con el azúcar necesario. Se aconseja 100 c.c. de agua, una cuchara de café y una de azúcar por persona. Se deja hervir tres veces y luego se echan unas gotas de agua fría para que el poso se deposite en el fondo del recipiente. Se sirve directamente en tazas, sin filtrar, con lo que al beber se ingiere algo del café en polvo. En la taza quedará una pequeña cantidad de poso formando complicados dibujos a través de los cuales y de su interpretación hay una arraigada creencia en Oriente de poder adivinar el futuro.
Es un café con un poco de leche y constituye una forma muy extendida de tomar el café rebajando el amargor de algunas de sus variedades o del mezclado con torrefacto. La leche se acostumbra a añadir bien caliente, aunque hay quien la pide fría y puede ser entera o descremada. Ha querido la costumbre en nuestro país, que el cortado se sirva normalmente en un vaso de cristal en lugar de la usual taza de café. No creemos que esta sea la mejor manera, por dos motivos principales: uno, es que el cristal no es el mejor material para retener el calor de la bebida y otro es que los vasos de este material, por no tener asa, tienen la incomodidad de abrasar los dedos en el primer sorbo y ser una tentación para que el camarero agarre delicada y poco higiénicamente el vaso por el mismo borde para no quemarse.
O más propiamente dicho, leche con café. En una generosa taza de leche, se vierte un café, con o sin azúcar, al gusto. Es una bebida adecuada para el desayuno o la merienda, con unas connotaciones más alimenticias que gastronómicas. Acompañado de una pasta recién hecha, un café con leche caliente en invierno puede devolvernos el sentido de la vida.
Calentamos leche en el vaporizador de la máquina exprés, con lo que adquirirá una consistencia cremosa y añadámosla encima de un café expreso largo. Se sirve en una taza mediana y se espolvorea con cacao. Hay quien substituye el cacao por vainilla. En ambos casos es una recomendación para golosos, a tener en cuenta en una pausa a media tarde.
En viena suele tomarse añadiendo a un expreso bien largo, leche y nata batida, con polvo o finas hebras de chocolate coronando la bebida.
En viena suele tomarse añadiendo a un expreso bien largo, leche y nata batida, con polvo o finas hebras de chocolate coronando la bebida.
Añadamos un golpe de licor a un buen café y obtendremos una bebida digestiva de rara perfección. no conviene abusar del licor, bajo pena de enmascarar los aromas del café. Son muchos los licores que se pueden mezclar con el café, en nuestro país son frecuentes los carajillos de coñac, ron, anís y orujo, sin excluir ningún invento particular.
Semejante al carajillo. El licor, normalmente coñac, se vierte en una cuchara con azúcar y se le prende fuego. Al apagarse por haber consumido el alcohol, se vierte sobre el café, al que confiere un agradable sabor añejo, sin apenas graduación alcohólica.
Nada mejor para acompañar una cantada de habaneras, en Cataluña y Levante, que un buen “cremat”. Se prepara en una cazuela de barro, donde, para ocho personas, se echa una botella de ron, 50 gramos de azúcar de caña, un poco de canela, una docena de granos de café tostado y la piel de medio limón. Se prende el líquido con una cerilla y se remueve constantemente hasta que pierda un tercio de su volumen, momento en el que también habrá perdido el grado alcohólico hasta alcanzar unos niveles más livianos. Para apagarlo, se le tira una buena dosis de café.
Es la versión gallega del “cremat”, donde el ron es substituido por el orujo.
Recomendado en casos de resfriado o simplemente para entonarse después de un paseo invernal. Es fácil de preparar a nivel individual: se mezcla una taza de café, una pequeña ración de ron, una rodaja de limón y 10 gr. de azúcar o miel. Se calienta y se sirve en una taza grande. Si queremos rizar el rizo, se puede añadir una punta de coñac caliente y servir ardiendo.
Llenar el fondo de una copa larga con chocolate deshecho y añadirle una taza de aromático café arábica. Posteriormente agregar una copa de ron previamente quemado y espolvorear el conjunto con cacao en polvo. Puede añadirle azúcar según el gusto.
Son muchas las maneras de preparar esta bebida, tan apropiada para ambientes invernales. La básica consiste en mezclar un vaso largo, una parte de whisky con cuatro o más de café y azúcar de caña. Se corona con crema de leche batida, o con nata. No podemos sustraernos a la tentación de describir una variante sumamente estética. Se calienta whisky con azúcar de caña, hasa que pierda la mayor parte del alcohol. Este whisky formará el primer cuarto de un vaso largo al que se le añadirá café en dos cuartas partes, cuidadndo de no mezclar los dos componentes cosa que lograremos al verter suavemente el café sobre una cucharilla doblada. El último cuarto del vaso será de crema de leche bien espumosa y fría, formando una capa superior sin mezclarse con el resto. Da tanto placer la contemplación de la bebida con sus tres niveles y colores bien diferenciados, como su lento paladeo entremezclando los tres gustos a voluntad.
Misma preparación que el café irlandés, pero substituyendo el whisky por ron añejo.
Se calienta Grand Marnier con azúcar y se quema. Se vierte en un vaso largo, se le añade un café aromático y despues se corona con dos dedos de nata montada. Se culmina espolvoreando cacao en polvo.
Es una bebida muy refrescante y estimulante, si bien los aromas quedan escondidos por la baja temperatura. Es un refresco muy apreciado en Itaila y se prepara simplemente haciendo écafs expresos largos, azucarándolos ligeramente y guardándolos en el frigorífico.
Se prepara en una coctelera añadiendo hielo picado, café y azúcar. Servirlo en eun vaso largo. Es mucho mejor que verter simplemente café en un vaso con cubitos de hielo, pues así es imposible tener una concentraócin constante de la bebida a lo largo de la consumición.
Esencialmente es un caéf flojo, azucarado y suave, helado, con una consistencia cremosa, servido en vaso largo y una paja para sorber. Por su difícil elaboración artesana, es elaborado habitualmente con máquinas granizadoras. Estas son quizás, las formas más habituales de preparar un café, pero hay un sinfín de variaciones sobre esos temas cambiando licores, añadiendo leche, crema o nata, mezclándolo con chocolate o especias, con toques de naraónja o limn… La imaginaócin del buen profesional no tieneí lmites. No obstante, la bebida reina continua siendo la pequeña taza humeante de café sólo – sea expreso, sea filtrado- de cuerpo mórbido y pleno de sabores, exhalando lenta y suavemente la amplia gama de sus escondidos aromas.