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El café y la gastronomía

El café como solista o acompañante, tiene un lugar destacado en el concierto gastronómico. Aparte de su presencia destacada en forma de humeante taza en una agradable sobremesa, puede prestar una eficaz contribución a la repostería, a los aperitivos y en aspectos menos divulgados de la elaboración de sofisticados platos culinarios.

El café en la mesa

Aunque la imagen que tenemos todos del “Café”, obviamente, es de la taza humeante, y el momento de tomarlo se asocia al desayuno o despues de un almuerzo o cena, lo cierto es que el café sirve a todas horas y para todos lo momentos.

Hace ya muchos años, el mundo de la coctelería descubrió las posibilidades del café en sus combinados. Hay muchos cócteles que incluyen el café entre sus ingredientes: Morgan (con café, Coca Cola y ron), Moonshine (café, ron y licor Galliano), Lulú la belle (café, licor de mandarina y coñac), Viuda Negra (café, brandy y licor de café), Café de Marsella (café, brandy y Cointreau), Midas (café, licor de café, Campari, licor de naranja y curaçao azul), Gorki (café, vodka y licor de plátano) o el mundialmente famoso Irish Coffee (café, whisky irlandés y nata fresca), son algunos ejemplos de la clara importancia que el café tiene para la coctelería.

Pero el café también se sienta a la mesa. Sus especiales características le permiten “ligar” perfectamente con distintos elementos para conformar platos exquisitos. Un amplio abanico de posibilidades que va desde el aperitivo a los postres, gracias a sus valores gustativos. En Italia, por ejemplo, hay recetas clásicas en las que el café le da a la pasta un sabor especial, como los “macarrones al corsario negro” y la “pasta asciuta al café”. También el café interviene en un tipo de arroz, el “rissotto a la carioca” y puede darle un aire distinto al pollo en un plato llamado “pollo del Emir.” En la India, el “arroz al café” es un plato muy apreciado. Los ingleses saben valorar el “roastbeef en salsa marrón”, al que una taza de café fuerte otorga una especial distinción. En la barbacoa, de la que son tan amigos los norteamericanos, una taza de café da a la carne un gusto excepcional.

Y si hablamos de postres, la relación es interminable. Tal vez el más popular sea el “tiramisu”, que desde Italia ha conquistado todo el mundo gracias a la gran aceptación que la cocina transalpina tiene en todas partes. Pero en Brasil le pueden servir unos “plátanos a la brasileña” (hechos al horno y con media taza de café muy fuerte) o una “panocha do Brasil”, elaborada con azúcar de caña, café fuerte, miel, mantequilla y nueces de brasil. En la isla de Barbados le sorprenderán con un pudding en el que el café interviene junto a la leche, huevos, pan rallado, azúcar, sal, ron y mantequilla fundida. En las Indias Occidentales (Bahamas y Antillas británicas) le ofrecerán un “Coffee Westindia”, con nuez moscada, piel de naranja, canela, ron blanco, azúcar y nata. Los mejicanos llaman “tortilla azteca” a un postre original que tiene tres capas superpuestas y que lleva, con el café, azúcar, yemas de huevo, pulpa de higos chumbos, medio limón y melindros secos. En Israel, el “pastel de miel” (café, harina, mantequilla, pasas de Corinto, huevos, miel, piel de limón, levadura, canela, clavo molido, sal y almendras) es muy apreciado.

Con estos ejemplos podemos darnos cuenta de que es posible elaborar un menú completo en el que siempre esté presente el café, como aperitivo, primer y segundo plato, postre y, por supuesto, junto a la copa y el puro final.

Podemos ver que el café tiene una gran importancia en el mundo de la gastronomía. Desde luego, muy superior a la que uno puede imaginarse mientras saborea una taza de humeante café, apoyado en la barra del bar o sentado tranquilamente en una terraza.